Al parecer algo se ha opacado en la cocina de la Moncloa y en Ferraz a la espera del resultado de las elecciones andaluzas. Pedro Sánchez aún no tiene decidida una fecha para la celebración de las elecciones generales. Pero el desgaste inherente a la acción del gobierno ha empezado a hacer mella en la confianza interna.
El Ejecutivo no es tan bonito como se predicó, gobierna a golpe de rectificaciones sistemáticas. Sánchez pierde los apoyos que logró en la moción de la censura. Originariamente siempre abogado por prolongar la legislatura hasta marzo de 2020. Y no terminar apurándola para junio, pero sobrevivir la segunda mitad de 2018 y todo el 2019 es una tarea difícil.
Pocos del PSOE conocen cuales son los planes de Pedro Sánchez, pero da la sensación de que no existen un plan electoral predeterminado e improvisar podría ser perjudicial para el partido socialista
Sánchez tiene la idea de poder consolidar un perfil presidencial e imponer férreamente su autoridad orgánica en su partido. Así como poder diseñar una España radicalizada hacia la izquierda con el objetivo de debilitar a Podemos. Si esto no es posible, por lo menos tenerlos como un rehén subordinado al PSOE. Esto en cuanto una estrategia de recuperación del voto perdido para el partido socialista.
Una doble estrategia
Para lograr esto, es imprescindible colocar en marcha una doble estrategia. La ya conocida como el apaciguamiento del separatismo catalán. El cual requiere un compromiso expreso de manejo a distancia de la justicia par así aminorar las consecuencias penales por la rebelión del 1-O. y como segunda estrategia la aprobación de unos presupuestos socialistas con una impronta marcadamente sanchista. Esto le permitiese regalar a Podemos su minuto de gloria en una legislatura decadente para el proyecto de Pablo Iglesias. Pero que a su vez consagra a Pedro Sánchez y al PSOE como única fuerza de la izquierda capaz de ganar las elecciones generales.
Disminuye la confianza
Existen tres factores que han alterado drásticamente los planes del presidente Sánchez. El primero de ellos ha sido el separatismo catalán en Sánchez dada su sobrevenida beligerancia en el 155. Así como su visión despectiva del Juez Pablo Llarena y de todo el Tribunal Supremo.
Por otro lado, los hipotéticos indultos son un consuelo demasiado lejano e inservible. Las reacciones de ERC esta semana en el Congreso, donde Gabriel Rufián fue expulsado, el desprecio de Josep Borrell. Han demostrado como cuestión de fondo que esa alianza se ha terminado para Sánchez.
Como segundo factor, Podemos sugiere que la legislatura ya está agotada. No existen presupuestos posibles. La alternativa de prorrogar los aprobados por Mariano Rajoy para enmendarlos después a goles de decreto no es una solución factible para Pablo Iglesias en año electoral. Podemos no quiere aparecer como el culpable del arrinconamiento de Sánchez.
Una mayor alternativa
Y como tercer factor, está que Sánchez ya es consciente de la grieta que existe entre él y sus socios. A esto se le suma la tesis de que cuanto más prolongue la legislatura, más opciones tendrán PP y Ciudadanos de fraguar una mayoría absoluta. A Sánchez comienza a entrarle un vértigo paralizador. Esto ha abierto al PSOE a especular con comicios generales en primavera.
Muy pocos miembros del PSOE conocer cuáles son los planes reales de Sánchez. Solo existe una sensación de que la Moncloa no tiene cómo salir de esta prueba de error. Un sistema de improvisación podría resultar perjudicial para el PSOE. Y más aún cuando Ciudadanos se encuentra en un crecimiento. Los resultados de Andalucía serán clarificadores para Sánchez. Pero tanto el separatismo catalán como Podemos ya le han puesto fecha de caducidad.