Debate sobre etiquetado de alimentos: ¿NutriScore ha dejado de ser una opción?

Las discusiones con respecto a la elección de un sistema de etiquetado nutricional armonizado en la parte frontal de los envases, no tienen fin. Este proyecto forma parte de la estrategia europea ‘Farm to Fork’ y lleva meses en la agenda. Sin embargo, en las últimas semanas ha quedado claro que la Comisión Europea no está lista para tomar una decisión en las próximas semanas, como se esperaba. De hecho, algunos medios ya informan que la definición ha sido oficialmente aplazada a 2023 debido a la complejidad de la situación. Complejidad que irónicamente, está ligada a lo simplista que ha resultado ser el modelo NutriScore, uno de los etiquetados favoritos hasta el momento.

Los cambios anunciados recientemente no han sido suficientes para frenar las ya asentadas críticas contra el modelo de etiquetado francés. Si bien la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ha anunciado que el algoritmo “será más estricto y penalizará de forma más dura la presencia de azúcar y sal”, expertos siguen convencidos de que el algoritmo del NutriScore tiene importantes limitaciones que no han sido resueltas tras esta última actualización. Aunque hablar de limitaciones a esta altura es subestimar el problema.

Los fallos del NutriScore no son aislados y son más que meras limitaciones. Lo más preocupante es el alcance que podrían llegar a tener debido a que sus consecuencias afectarán a un gran número de personas. Primero, a los consumidores ya que, como bien lo explicaba semanas atrás la consejera de Agricultura, Pesca, Agua y Desarrollo Rural, Carmen Crespo, “el etiquetado NutriScore desinforma al consumidor”. A esta conclusión ha llegado también la Autoridad Italiana de la Competencia y el Mercado (AGCM). Tras meses de investigaciones, el organismo italiano decidió prohibir la etiqueta NutriScore debido a que ésta podría llevar a los consumidores a tomar decisiones erróneas a la hora de elegir alimentos debido a la “clasificación arbitraria” que realiza el etiquetado.

En ese sentido, expertos afirman que el etiquetado francés podría inducir a los consumidores a elaborar un falso juicio al hacerles creer que los productos marcados en verde son más beneficiosos para la salud, mientras que en verdad, la etiqueta es igual para todos. Es decir, no tiene en cuenta que del otro lado hay consumidores con necesidades diferentes, con sus individualidades, con estilos de vida diferentes. Por ende, deja de lado lo principal al no considerar una dieta diaria en su conjunto. En definitiva, no es cuestión de comprar productos con NutriScore A, sino saber llevar un modo de vida saludable, basado en una dieta equilibrada y variada.

Además del impacto en los consumidores, las consecuencias negativas del NutriScore también alcanzarían a los pequeños y medianos productores. Según ha explicado Véronique Willems,  secretaria general, SMEunited durante una jornada organizada por Competere y dedicada a la reforma del etiquetado nutricional, “la mayoría de empresas europeas tiene menos de diez trabajadores”. Por ende, Willems ha pedido que la Comisión estudie a fondo la decisión sobre el etiquetado de alimentos para evitar que las pymes tengan aún más obstáculos a la hora de cumplir con estas exigencias. También advirtió que “NutriScore califica peor a los productos naturales que a otros procesados” y que,  por ende “pueden verse perjudicados miles de productores”.

Otro punto negativo tiene que ver con la falta de falta de evidencia científica que demuestre que el sistema sea eficaz a la hora de ayudar a prevenir enfermedades. Así lo han expresado más de 60 investigadores de universidades, institutos de investigación y centros hospitalarios de toda España. En un documento que han compartido, expresan que NutriScore “no ha demostrado de forma fehaciente y con garantía científica que sea beneficioso para la salud pública, ya que no hay evidencias de que reduzca el riesgo de sufrir las enfermedades que trata de prevenir”.

Las limitaciones tan arraigadas, superan cualquier cambio que se pueda realizar. Esto se debe principalmente a que no hay cambio posible que pueda resolver el problema de base del NutriScore y que está ligado al funcionamiento del algoritmo que establece la nota que le corresponde a cada producto. Las actualizaciones tampoco podrán resolver la falta de evidencia científica que respalde los beneficios de este modelo de etiquetado.

Sin duda, la Comisión está al tanto de lo que viene sucediendo en distintos países y es por ello que sigue postergando la decisión. Además, en las últimas semanas, la Comisión se ha encargado de dejar en claro que NutriScore no será el elegido para ser adoptado a lo largo de la Unión Europea. La primera en dejar indicios al respecto ha sido la Directora General Adjunta de Salud y Seguridad Alimentaria (SANTE), Claire Bury, quien durante un evento en París sentenció: “No será NutriScore”. También destacó que la Comisión está estudiando los diferentes tipos de etiquetado, entre los que se encuentran el Keyhole de los países nórdicos y el italiano, Nutrinform Battery.

Por si aún quedaban dudas tras las declaraciones de Bury, la Comisión se encargó de reforzar la idea de que el NutriScore estaba fuera de la competencia, durante un evento realizado en el Parlamento Europeo y organizado por la Representación Permanente de Italia ante la UE. “NutriScore es uno de los sistemas de etiquetado, pero hay varios”, declaró Roser Domenech, representante de la Dirección General de Sanidad y Consumidores de la Comisión Europea.

Las palabras de la Comisión son un alivio para muchos: consumidores, pequeños y medianos productores, y también para la comunidad científica internacional que lleva tiempo analizando los modelos de etiquetado nutricional. Es un alivio porque demuestra que la UE está escuchando sus preocupaciones y que no se dejará seducir por pequeños cambios en un sistema que está roto. Sin embargo, el verdadero desafío será encontrar una alternativa, ya sea el Nutrinform italiano u otro que permita cumplir con el objetivo de incentivar el seguimiento de dietas equilibradas y saludables. Para ello, es mejor que la Comisión posponga la decisión, en lugar de apresurarse a adoptar un sistema que no esté adaptado a las necesidades de los consumidores europeos.

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