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Los Juegos Olímpicos de París han llegado a su fin, dejando tras de sí un legado repleto de imágenes que han capturado la magnificencia de la Ciudad de las Luces, aunque también acompañadas de algunas controversias que han empañado el resplandor de la capital francesa. A pesar de la impresionante puesta en escena, algunos asuntos opacaron el festejo. La calidad del agua del Sena, la comodidad de los cuartos en la Villa Olímpica y la comida servida a los atletas fueron algunos de los principales motivos de crítica por parte de los competidores.

Uno de los focos de atención durante el evento fue la cantina de la Villa Olímpica, casi tan comentada como la propia llama olímpica, aunque solo los atletas tuvieron acceso a ella. La renombrada gimnasta estadounidense Simone Biles fue la primera en señalar la calidad de la comida. «No es realmente cocina francesa; nos ofrecen algo un poco más sano», comentó Biles. Su compañera de equipo, Hezly Rivera, añadió que, aunque la cocina francesa es famosa por ser una de las mejores del mundo, la comida servida en la Villa Olímpica no estuvo a la altura. «No estoy segura de que sea la mejor», concluyó Rivera.

Los comentarios de los atletas estadounidenses no han sido aislados. Desde el inicio de los Juegos, representantes de diversas delegaciones expresaron su descontento con la calidad y cantidad de la comida en la Villa Olímpica. El tamaño de las porciones, la disponibilidad de alimentos y la organización del servicio fueron puntos recurrentes de queja. Tal fue la insatisfacción que los competidores británicos optaron por contratar a un chef propio tras quejas sobre el racionamiento de carnes y huevos. Andy Anson, director general de la delegación británica, mencionó la escasez de alimentos como huevos, pollo e hidratos de carbono. El nadador hondureño Julio Orrego también expresó su frustración por la falta de proteínas en los desayunos.

Ante el escrutinio público, la empresa encargada del servicio alimenticio aseguró que los problemas eran temporales y que se reforzarían los volúmenes de productos como huevos y carne. Sin embargo, es sorprendente que no se hayan calculado adecuadamente las necesidades alimenticias fundamentales para los deportistas antes de que comenzara la competencia.

El nadador británico Adam Peaty criticó abiertamente la situación, afirmando que «la comida no es suficiente para el nivel al que se espera que rindan los atletas». Peaty también comparó la experiencia con las Olimpiadas de Tokio y Río, donde no tuvo problemas similares, y cuestionó si los objetivos de sostenibilidad de París 2024 estaban alineados con las necesidades de los deportistas.

La polémica sobre la comida en los Juegos Olímpicos de París resalta un tema más amplio y recurrente en Francia: la controversia en torno a la cocina francesa y el impacto de ciertas políticas gubernamentales. Aunque pueda ser una novedad para la comunidad internacional, los productos tradicionales franceses, como los quesos madurados con denominación de origen protegida, llevan tiempo enfrentando un desprestigio impulsado por el etiquetado nutricional Nutri-Score. Este sistema, que clasifica los alimentos con colores y letras según un algoritmo, no considera factores clave como las porciones de consumo o la preparación de los alimentos, lo que ha llevado a que productos tradicionales reciban calificaciones desfavorables. Mientras tanto, productos malsanos, como bebidas azucaradas y patatas fritas congeladas, obtienen buenas calificaciones, lo que ha generado indignación entre los pequeños productores franceses. Sin embargo, el Gobierno sigue apoyando el sistema, en parte porque fue creado en Francia.

Danone, uno de los patrocinadores de los Juegos y ferviente promotor del Nutri-Score, aprovechó el evento para promocionar sus productos y su agenda. En un comunicado, la empresa destacó que el 70% de sus productos lácteos y vegetales tiene una calificación Nutri-Score A o B, asegurando que proporcionarían «la mejor alimentación mediante productos equilibrados y sostenibles«. Sin embargo, como evidencia la calificación B de la Coca Cola Zero, una buena nota en el Nutri-Score no garantiza una dieta equilibrada.

«La sostenibilidad ha castigado a los atletas«, afirmó Peaty, quien explicó que para rendir al máximo necesita una dieta variada que incluya carne, en contraste con el compromiso de París 2024 de que el 60% de las comidas fueran sin carne y un tercio a base de plantas. Esta situación plantea la pregunta de hasta qué punto la corrección política y la ideología pueden prevalecer sobre la coherencia.

Mientras que en la Villa Olímpica se restringía el consumo de ciertos productos en nombre de la sostenibilidad, en los estadios se observaba un uso excesivo de recipientes de plástico, lo que generó una oleada de críticas hacia Coca Cola, uno de los patrocinadores del evento, por su uso de botellas y vasos de plástico. La elección de esta empresa como patrocinadora también fue duramente criticada debido a su asociación con productos poco saludables en un evento que debería promover el consumo alimenticio saludable.

La polémica en torno a la cantina olímpica contrasta fuertemente con los esfuerzos de diplomacia gastronómica de Francia, que busca difundir su imagen e identidad en el extranjero. Mientras el país daba cátedra de su gastrodiplomacia en la cena de gala en el Louvre, destinada a invitados de alto nivel como el Rey de España, los verdaderos protagonistas del evento, los deportistas, sufrían las consecuencias de la falta de coherencia en el menú de la Villa Olímpica.

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Periodista
Jefe de redacción en ElPeriodico.digital