Reindustrializar Europa, avanzar hacia la transición ecológica, consolidar el pilar social y reforzar la unidad europea. Estos son, según ha declarado el presidente del Gobierno Pedro Sánchez, los cuatro ejes que marcarán la agenda de la Presidencia rotatoria del Consejo de la UE. También aseguró que su misión será “hacer de la presidencia, un instrumento útil que mejore la vida de la gente”. En pocos días y por una duración de seis meses, España asumirá este rol cuyo rumbo estará marcado por lo que suceda el 23 de julio, cuando se lleven a cabo las elecciones generales.

Si bien desde el Ejecutivo insisten en que se pueden mantener presidencias exitosas y compatibles con ciclos electorales, lo cierto es que existe una gran expectativa sobre lo que sucederá. Después de todo, se trata de una circunstancia bastante inusual que se ha producido únicamente en dos oportunidades cuando Polonia y Francia celebraron elecciones locales durante sus respectivas presidencias del Consejo.

La coincidencia de ambos eventos hace que sea inevitable preguntarse cómo influirá el resultado de las elecciones en el primer mes de liderazgo español. De hecho, desde el ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europa y Cooperación, se han encargado de dejar en claro que “el único riesgo de la Presidencia española es que alguien quiera politizarla”.

En su intento por separar ambos acontecimientos, el presidente del Ejecutivo ha decidido centrar su discurso en torno a la unión, valga la redundancia, de la Unión Europea. Durante la conferencia que brindó Sánchez con el fin de anunciar las prioridades de la Presidencia, deslizó en reiteradas oportunidades que “la Unión está más unida que nunca”. Durante su discurso, se refirió también a “tender puentes y llegar a acuerdos”. También aseguró que la “actitud de España será constructiva” y tendrá “la voluntad de encontrar espacios de consenso en aras de sacar adelante el máximo número de expedientes posibles”.

A pesar del tono conciliador, lo cierto es que no todo es consenso y la Presidencia española del Consejo se topará con algunos asuntos no resueltos y polémicas que no encuentran a todos los miembros del mismo lado de la vereda.

Precisamente el consenso es lo que falta para avanzar con la reforma del mercado eléctrico comunitario con el fin de limitar la dependencia europea de las energías fósiles e incentivar las renovables. El pasado 19, los ministros de Energía se reunieron en Luxemburgo para intentar cerrar un acuerdo, pero las marcadas diferencias entre París y Berlín impidieron que el bloque aprobara un texto común.

El punto crítico tiene que ver con los contratos por diferencia (CdF) con respecto a la energía nuclear. Se trata de los acuerdos entre un Estado con un generador para fijar un precio de compraventa de electricidad durante un plazo establecido. Tras ese plazo, se abona o devuelve la diferencia en función a la variación del precio fijado. Este es el punto de discordia, principalmente entre Francia y Alemania que considera que la primera saldría beneficiada en exceso lo que causaría una distorsión en el mercado. A pesar de las diferencias, la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, ha dejado en claro que “la presidencia española trabajará para que este acuerdo pueda alcanzarse lo antes posible”.

Otro asunto que divide a los miembros del bloque es el del etiquetado frontal de alimentos. La Comisión Europea debía presentar una propuesta a finales del 2022 para introducir un etiquetado nutricional armonizado a nivel europeo. Sin embargo, el proyecto parece estar estancado y aún no se sabe si las discusiones se reactivarán o no durante la presidencia española. Lo que sí está claro es que si el proyecto avanza, España debe defender su patrimonio gastronómico y poner el foco en la salud de los consumidores europeos.

Si como lo ha afirmado, Sánchez realmente quiere hacer de la presidencia, un instrumento útil que mejore la vida de la gente, entonces debe mostrar con firmeza su oposición a un instrumento que va en la dirección contraria. Se trata de Nutri-Score, el modelo de etiquetado en la parte frontal de los envases propuesto por Francia. Es este modelo el que divide las aguas en la UE al no

Conocido por perjudicar la reputación de los productos estrella de la dieta mediterránea, como el aceite de oliva español, el modelo Nutri-Score ha causado una gran polémica en el seno de la UE. Si bien la Comisión no se ha expresado sobre la demorada propuesta, es evidente que el retraso tiene que ver con la falta de consenso con respecto al Nutri-Score. En 2020, Italia, República Checa, Grecia, Letonia, Hungría, Chipre y Rumanía pidieron a la UE que adopte un nuevo enfoque a la hora de abordar el asunto del etiquetado frontal. Años después, el modelo francés sigue generando polémica y dividiendo a los europeos.

En pocos días, cuando inicie el período de la presidencia rotatoria, comenzarán a resolverse algunas de las incertidumbres como el impacto que tendrán o no las elecciones locales o también la capacidad que tendrá España de resolver las encrucijadas que dividen a los 27 miembros. Pero recién a finales de diciembre, una vez finalizado el período, podrá medirse el impacto del liderazgo español y determinar si realmente, España logra tender puentes y multiplicar los espacios de consenso.

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Periodista
Jefe de redacción en ElPeriodico.digital